Cada uno de tus pasos
lastíma el sutil letargo de mis oídos.
La trivial y candente brisa de tu aliento
me pronuncia y no la reconozco.
Pobre ese credulo dios del amor,
cae mortalmente herido a tus pies
al ver tu risa flagrante por detrás de mi hombro.
V.H.D.
No hay comentarios:
Publicar un comentario